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El arte de la guerra (página 2)




Enviado por casquito



Partes: 1, 2

Por tanto, si ignoras los planes de tus rivales, no
puedes hacer alianzas precisas.

A menos que conozcas las montañas y los bosques,
los desfiladeros y los pasos, y la condición de los
pantanos, no puedes maniobrar con una fuerza armada. A menos que
utilices guías locales, no puedes aprovecharte de las
ventajas del terreno.

Sólo cuando conoces cada detalle de la
condición del terreno puedes maniobrar y
guerrear.

Por consiguiente, una fuerza militar se usa según
la estrategia prevista, se moviliza mediante la esperanza de
recompensa, y se adapta mediante la división y la
combinación.

Una fuerza militar se establece mediante la estrategia
en el sentido de que distraes al enemigo para que no pueda
conocer cuál es tu situación real y no pueda
imponer su supremacía. Se moviliza mediante la esperanza
de recompensa, en el sentido de que entra en acción cuando
ve la posibilidad de obtener una ventaja. Dividir y volver a
hacer combinaciones de tropas se hace para confundir al
adversario y observar cómo reacciona frente a ti; de esta
manera puedes adaptarte para obtener la victoria.

Por eso, cuando una fuerza militar se mueve con rapidez
es como el viento; cuando va lentamente es como el bosque; es
voraz como el fuego e inmóvil como las
montañas.

Es rápida como el viento en el sentido que llega
sin avisar y desaparece como el relámpago. Es como un
bosque porque tiene un orden. Es voraz como el fuego que devasta
una planicie sin dejar tras sí ni una brizna de hierba. Es
inmóvil como una montaña cuando se
acuartela.

Es tan difícil de conocer como la oscuridad; su
movimiento es como un trueno que retumba.

Para ocupar un lugar, divide a tus tropas. Para expandir
tu territorio, divide los beneficios. La regla general de las
operaciones militares es desproveer de alimentos al enemigo
todo lo que se pueda. Sin embargo, en localidades
donde la gente no tiene mucho, es necesario dividir
a las tropas en grupos más pequeños para que puedan
tomar en diversas partes lo que necesitan, ya que sólo
así tendrán suficiente.

En cuanto a dividir el botín, significa que es
necesario repartirlo entre las tropas para guardar lo que ha sido
ganado, no dejando que el enemigo lo recupere.

Actúa después de haber hecho una
estimación. Gana el que conoce primero la medida de lo que
está lejos y lo que está cerca: ésta es la
regla general de la lucha armada.

El primero que hace el movimiento es el "invitado", el
último es el "anfitrión". El "invitado" lo tiene
difícil, el "anfitrión lo tiene fácil".
Cerca y lejos significan desplazamiento: el cansancio, el hambre
y el frío surgen del desplazamiento.

Un antiguo libro que trata de asuntos militares dice:
"Las palabras no son escuchadas, par eso se hacen los
símbolos y los tambores. Las banderas y los estandartes se
hacen a causa de la ausencia de visibilidad." Símbolos,
tambores, banderas y estandartes se utilizan para concentrar y
unificar los oídos y los ojos de los soldados. Una vez que
están unificados, el valiente no puede actuar solo, ni el
tímido puede retirarse solo: ésta es la regla
general del empleo de un grupo.

Unificar los oídos y los ojos de los soldados
significa hacer que miren y escuchen al unísono de manera
que no caigan en la confusión y el desorden. La
señales se utilizan para indicar direcciones e impedir que
los individuos vayan a donde se les antoje.

Así pues, en batallas nocturnas, utiliza fuegos y
tambores, y en batallas diurnas sírvete de banderas y
estandartes, para manipular los oídos y los ojos de los
soldados.

Utiliza muchas señales para confundir las
percepciones del enemigo y hacerle temer tu temible poder
militar.

De esta forma, haces desaparecer la energía de
sus ejércitos y desmoralizas a sus generales.

En primer lugar, has de ser capaz de mantenerte firme en
tu propio corazón; sólo entonces puedes
desmoralizar a los generales enemigos. Por esto, la
tradición afirma que los habitantes de otros tiempos
tenían la firmeza para desmoralizar, y la antigua ley de
los que conducían carros de combate decía que
cuando la mente original es firme, la energía fresca es
victoriosa.

De este modo, la energía de la mañana
está llena de ardor, la del mediodía decae y la
energía de la noche se retira; en consecuencia, los
expertos en el manejo de las armas prefieren la energía
entusiasta, atacan la decadente y la que se bate en retirada. Son
ellos los que dominan la energía.

Cualquier débil en el mundo se dispone a combatir
en un minuto si se siente animado, pero cuando se trata realmente
de tomar las armas y de entrar en batalla, es poseído por
la energía; cuando esta energía se desvanece, se
detendrá, estará asustado y se arrepentirá
de haber comenzado. La razón por la que esa clase de
ejércitos miran por encima del hombro a enemigos fuertes,
lo mismo que miran a las doncellas vírgenes, es porque se
están aprovechando de su agresividad, estimulada por
cualquier causa.

Utilizar el orden para enfrentarse al desorden, utilizar
la calma para enfrentarse con los que se agitan, esto es dominar
el corazón.

A menos que tu corazón esté totalmente
abierto y tu mente en orden, no puedes esperar ser capaz de
adaptarte a responder sin límites, a manejar los
acontecimientos de manera infalible, a enfrentarte a dificultades
graves e inesperadas sin turbarte, dirigiendo cada cosa sin
confusión.

Dominar la fuerza es esperar a los que
vienen de lejos, aguardar con toda comodidad a los que se han
fatigado, y con el estómago saciado a los
hambrientos.

Esto es lo que se quiere decir cuando se
habla de atraer a otros hacia donde estás, al tiempo que
evitas ser inducido a ir hacia donde están
ellos.

Evitar la confrontación contra
formaciones de combate bien ordenadas y no atacar grandes
batallones constituye el dominio de la
adaptación.

Por tanto, la regla general de las
operaciones militares es no enfrentarse a una gran montaña
ni oponerse al enemigo de espaldas a ésta.

Esto significa que si los adversarios
están en un terreno elevado, no debes atacarles cuesta
arriba, y que cuando efectúan una carga cuesta abajo, no
debes hacerles frente.

No persigas a los enemigos cuando finjan una
retirada, ni ataques tropas expertas.

Si los adversarios huyen de repente antes de agotar su
energía, seguramente hay emboscadas esperándote
para atacar a tus tropas; en este caso, debes retener a tus
oficiales para que no se lancen en su
persecución.

No consumas la comida de sus soldados.

Si el enemigo abandona de repente sus
provisiones, éstas han de ser probadas antes de ser
comidas, por si están envenenadas.

No detengas a ningún ejército que
esté en camino a su país.

Bajo estas circunstancias, un adversario
luchará hasta la muerte. Hay que dejarle una salida a un
ejército rodeado.

Muéstrales una manera de salvar la
vida para que no estén dispuestos a luchar hasta la
muerte, y así podrás aprovecharte para
atacarles.

No presiones a un enemigo desesperado.

Un animal agotado seguirá luchando,
pues esa es la ley de la naturaleza. Estas son las leyes de las
operaciones militares.

C A P I T U L O VIII

Sobre los nueve
cambios

Por lo general, las operaciones militares están
bajo el del gobernante civil para dirigir al
ejército.

El General no debe levantar su campamento en un terreno
difícil. Deja que se establezcan relaciones
diplomáticas en las fronteras. No permanezcas en un
territorio árido ni aislado.

Cuando te halles en un terreno cerrado, prepara alguna
estrategia y muévete. Cuando te halles en un terreno
mortal, lucha.

Terreno cerrado significa que existen lugares escarpados
que te rodean por todas partes, de manera que el enemigo tiene
movilidad, que puede llegar e irse con libertad, pero a ti te es
difícil salir y volver.

Cada ruta debe ser estudiada para que sea la mejor. Hay
rutas que no debes usar, ejércitos que no han de ser
atacados, ciudades que no deben ser rodeadas, terrenos sobre los
que no se debe combatir, y órdenes de gobernantes civiles
que no deben ser obedecidas.

En consecuencia, los generales que conocen las
variables posibles para aprovecharse del terreno sabe cómo
manejar las fuerzas armadas.
Si los generales no saben
cómo adaptarse de manera ventajosa, aunque conozcan la
condición del terreno, no pueden aprovecharse de
él.

Si están al mando de ejércitos, pero
ignoran las artes de la total adaptabilidad, aunque conozcan el
objetivo a lograr, no pueden hacer que los soldados luchen por
él.

Si eres capaz de ajustar la campaña cambiar
conforme al ímpetu de las fuerzas, entonces la ventaja no
cambia, y los únicos que son perjudicados son los
enemigos. Por esta razón, no existe una estructura
permanente. Si puedes comprender totalmente este principio,
puedes hacer que los soldados actúen en la mejor forma
posible.

Por lo tanto, las consideraciones de la persona
inteligente siempre incluyen el analizar objetivamente el
beneficio y el daño. Cuando considera el beneficio, su
acción se expande; cuando considera el daño, sus
problemas pueden resolverse.

El beneficio y el daño son interdependientes, y
los sabios los tienen en cuenta.

Por ello, lo que retiene a los adversarios es el
daño, lo que les mantiene ocupados es la acción, y
lo que les motiva es el beneficio.

Cansa a los enemigos manteniéndolos ocupados y
no dejándoles respirar
. Pero antes de lograrlo, tienes
que realizar previamente tu propia labor. Esa labor consiste en
desarrollar un ejército fuerte, un pueblo próspero,
una sociedad armoniosa y una manera ordenada de vivir.

Así pues, la norma general de las operaciones
militares consiste en no contar con que el enemigo no acuda, sino
confiar en tener los medios de enfrentarte a él; no contar
con que el adversario no ataque, sino confiar en poseer lo que no
puede ser atacado.

Si puedes recordar siempre el peligro cuando
estás a salvo y el caos en tiempos de orden, permanece
atento al peligro y al caos mientras no tengan todavía
forma, y evítalos antes de que se presenten; ésta
es la mejor estrategia de todas.

Por esto, existen cinco rasgos que son peligrosos en los
generales. Los que están dispuestos a morir, pueden perder
la vida; los que quieren preservar la vida, pueden ser hechos
prisioneros; los que son dados a los apasionamientos
irracionales, pueden ser ridiculizados; los que son muy
puritanos, pueden ser deshonrados; los que son compasivos, pueden
ser turbados.

Si te presentas en un lugar que con toda seguridad los
enemigos se precipitarán a defender, las personas
compasivas se apresurarán invariablemente a rescatar a sus
habitantes, causándose a sí mismos problemas y
cansancio.

Estos son cinco rasgos que constituyen defectos en los
generales y que son desastrosos para las operaciones
militares.

Los buenos generales son de otra manera: se comprometen
hasta la muerte, pero no se aferran a la esperanza de sobrevivir;
actúan de acuerdo con los acontecimientos, en forma
racional y realista, sin dejarse llevar por las emociones ni
estar sujetos a quedar confundidos. Cuando ven una buena
oportunidad, son como tigres, en caso contrario cierran sus
puertas. Su acción y su no acción son cuestiones de
estrategia, y no pueden ser complacidos ni enfadados.

C A P I T U L O IX

Sobre la
distribución de los medios

Las maniobras militares son el resultado de los
planes y las estrategias en la manera más ventajosa para
ganar. Determinan la movilidad y efectividad de las
tropas.

Si vas a colocar tu ejército en posición
de observar al enemigo, atraviesa rápido las
montañas y vigílalos desde un valle.

Considera el efecto de la luz y manténte en la
posición más elevada del valle. Cuando combatas en
una montaña, ataca desde arriba hacia abajo y no al
revés.

Combate estando cuesta abajo y nunca cuesta arriba.
Evita que el agua divida tus fuerzas, aléjate de las
condiciones desfavorables lo antes que te sea posible. No te
enfrentes a los enemigos dentro del agua; es conveniente dejar
que pasen la mitad de sus tropas y en ese momento dividirlas y
atacarlas.

No te sitúes río abajo. No camines en
contra de la corriente, ni en contra del viento.

Si acampas en la ribera de un río, tus
ejércitos pueden ser sorprendidos de noche, empujados a
ahogarse o se les puede colocar veneno en la corriente. Tus
barcas no deben ser amarradas corriente abajo, para impedir que
el enemigo aproveche la corriente lanzando sus barcas contra ti.
Si atraviesas pantanos, hazlo rápidamente. Si te
encuentras frente a un ejército en media de un pantano,
permanece cerca de sus plantas acuáticas o respaldado por
los árboles.

En una llanura, toma posiciones desde las que sea
fácil maniobrar, manteniendo las elevaciones del terreno
detrás y a tu derecha, estando las partes más bajas
delante y las más altos detrás.

Generalmente, un ejército prefiere un terreno
elevado y evita un terreno bajo, aprecia la luz y detesta la
oscuridad.

Los terrenos elevados son estimulantes, y por lo tanto,
la gente se halla a gusto en ellos, además son
convenientes para adquirir la fuerza del ímpetu. Los
terrenos bajos son húmedos, lo cual provoca enfermedades y
dificulta el combate.

Cuida de la salud física de tus
soldados con los mejores recursos disponibles. Cuando no existe
la enfermedad en un ejército, se dice que éste es
invencible.

Donde haya montículos y terraplenes,
sitúate en su lado soleado, manteniéndolos siempre
a tu derecha y detrás.

Colocarse en la mejor parte del terreno es ventajoso
para una fuerza militar.

La ventaja en una operación militar consiste en
aprovecharse de todos los factores beneficiosos del
terreno.

Cuando llueve río arriba y la corriente trae
consigo la espuma, si quieres cruzarlo, espera a que
escampe.

Siempre que un terreno presente barrancos
infranqueables, lugares cerrados, trampas, riesgos, grietas y
prisiones naturales, debes abandonarlo rápidamente y no
acercarte a él. En lo que a mí concierne, siempre
me mantengo alejado de estos accidentes del terreno, de manera
que los adversarios estén más cerca que yo de
ellos; doy la cara a estos accidentes, de manera que queden a
espaldas del enemigo.

Entonces estás en situación ventajosa, y
él tiene condiciones desfavorables.

Cuando un ejército se está desplazando, si
atraviesa territorios montañosos con muchas corrientes de
agua y pozos, o pantanos cubiertos de juncos, o bosques
vírgenes llenos de árboles y vegetación, es
imprescindible escudriñarlos totalmente y con cuidado, ya
que estos lugares ayudan a las emboscadas y a los
espías.

Es esencial bajar del caballo y escudriñar el
terreno, por si existen tropas escondidas para tenderte una
emboscada. También podría ser que hubiera
espías al acecho observándote y escuchando tus
instrucciones y movimientos.

Cuando el enemigo está cerca, pero permanece en
calma, quiere decir que se halla en una posición fuerte.
Cuando está lejos pero intenta provocar hostilidades,
quiere que avances. Si, además, su posición es
accesible, eso quiere decir que le es favorable.

Si un adversario no conserva la posición que le
es favorable por las condiciones del terreno y se sitúa en
otro lugar conveniente, debe ser porque existe alguna ventaja
táctica para obrar de esta manera.

Si se mueven los árboles, es que el enemigo se
está acercando. Si hay obstáculos entre los
matorrales, es que has tomado un mal camino.

La idea de poner muchos obstáculos entre la
maleza es hacerte pensar que existen tropas emboscadas escondidas
en medio de ella.

Si los pájaros alzan el vuelo, hay tropas
emboscadas en el lugar. Si los animales están asustados,
existen tropas atacantes. Si se elevan columnas de polvo altas y
espesas, hay carros que se están acercando; si son bajas y
anchas, se acercan soldados a pie. Humaredas esparcidas
significan que se está cortando leña.
Pequeñas polvaredas que van y vienen indican que hay que
levantar el campamento.

Si los emisarios del enemigo pronuncian palabras
humildes mientras que éste incrementa sus preparativos de
guerra, esto quiere decir que va a avanzar. Cuando se pronuncian
palabras altisonantes y se avanza ostentosamente, es señal
de que el enemigo se va a retirar.

Si sus emisarios vienen con palabras humildes,
envía espías para observar al enemigo y
comprobarás que está aumentando sus preparativos de
guerra.

Cuando los carros ligeros salen en primer lugar y se
sitúan en los flancos, están estableciendo un
frente de batalla.

Si los emisarios llegan pidiendo la paz sin firmar un
tratado, significa que están tramando algún
complot.

Si el enemigo dispone rápidamente a sus carros en
filas de combate, es que está esperando
refuerzos.

No se precipitarán para un encuentro ordinario si
no entienden que les ayudará, o debe haber una fuerza que
se halla a distancia y que es esperada en un determinado momento
para unir sus tropas y atacarte. Conviene anticipar, prepararse
inmediatamente para esta eventualidad.

Si la mitad de sus tropas avanza y la otra mitad
retrocede, es que el enemigo piensa atraerte a una
trampa.

El enemigo está fingiendo en este caso
confusión y desorden para incitarte a que avances. Si los
soldados enemigos se apoyan unos en otros, es que están
hambrientos.

Si los aguadores beben en primer lugar, es
que las tropas están sedientas. Si el enemigo ve una
ventaja pero no la aprovecha, es que está cansado. Si los
pájaros se reúnen en el campo enemigo, es que el
lugar está vacío. Si hay pájaros
sobrevolando una ciudad, el ejército ha huido.

Si se producen llamadas nocturnas, es que los soldados
enemigos están atemorizados. Tienen miedo y están
inquietos, y por eso se llaman unos a otros.

Si el ejército no tiene disciplina,
esto quiere decir que el general no es tomado en serio. Si los
estandartes se mueven, es que está sumido en la
confusión.

Las señales se utilizan para unificar el grupo;
así pues, si se desplaza de acá para allá
sin orden ni concierto, significa que sus filas están
confusas.

Si sus emisarios muestran irritación, significa
que están cansados.

Si matan sus caballos para obtener carne, es que los
soldados carecen de alimentos; cuando no tienen marmitas y no
vuelven a su campamento, son enemigos completamente
desesperados.

Si se producen murmuraciones, faltas de disciplina y los
soldados hablan mucho entre sí, quiere decir que se ha
perdido la lealtad de la tropa.

Las murmuraciones describen la expresión de los
verdaderos sentimientos; las faltas de disciplina indican
problemas con los superiores. Cuando el mando ha perdido la
lealtad de las tropas, los soldados se hablan con franqueza entre
sí sobre los problemas con sus superiores.

Si se otorgan numerosas recompensas, es que el enemigo
se halla en un callejón sin salida; cuando se ordenan
demasiados castigos, es que el enemigo está
desesperado.

Cuando la fuerza de su ímpetu está
agotada, otorgan constantes recompensas para tener contentos a
los soldados, para evitar que se rebelen en masa. Cuando los
soldados están tan agotados que no pueden cumplir las
órdenes, son castigados una y otra vez para restablecer la
autoridad.

Ser violento al principio y terminar después
temiendo a los propios soldados es el colmo de la
ineptitud.

Los emisarios que acuden con actitud conciliatoria
indican que el enemigo quiere una tregua.

Si las tropas enemigas se enfrentan a ti con ardor, pero
demoran el momento de entrar en combate sin abandonar no obstante
el terreno, has de observarlos cuidadosamente.

Están preparando un ataque por
sorpresa.

En asuntos militares, no es necesariamente más
beneficioso ser superior en fuerzas, sólo evitar actuar
con violencia innecesaria; es suficiente con consolidar tu poder,
hacer estimaciones sobre el enemigo y conseguir reunir tropas;
eso es todo.

El enemigo que actúa aisladamente, que carece
de estrategia y que toma a la ligera a sus adversarios,
inevitablemente acabará siendo derrotado.

Si tu plan no contiene una estrategia de retirada o
posterior al ataque, sino que confías exclusivamente en la
fuerza de tus soldados, y tomas a la ligera a tus adversarios sin
valorar su condición, con toda seguridad caerás
prisionero.

Si se castiga a los soldados antes de haber conseguido
que sean leales al mando, no obedecerán, y si no obedecen,
serán difíciles de emplear.

Tampoco podrán ser empleados si no se lleva a
cabo ningún castigo, incluso después de haber
obtenido su lealtad.

Cuando existe un sentimiento subterráneo de
aprecio y confianza, y los corazones de los soldados están
ya vinculados al mando, si se relaja la disciplina, los soldados
se volverán arrogantes y será imposible
emplearlos.

Por lo tanto, dirígelos mediante el arte
civilizado y unifícalos mediante las artes marciales; esto
significa una victoria continua.

Arte civilizado significa humanidad, y artes marciales
significan reglamentos. Mándalos con humanidad y
benevolencia, unifícalos de manera estricta y firme.
Cuando la benevolencia y la firmeza son evidentes, es posible
estar seguro de la victoria.

Cuando las órdenes se dan de manera clara,
sencilla y consecuente a las tropas, éstas las aceptan.
Cuando las órdenes son confusas, contradictorias y
cambiantes las tropas no las aceptan o no las
entienden.

Cuando las órdenes son razonables, justas,
sencillas, claras y consecuentes, existe una satisfacción
recíproca entre el líder y el grupo.

C A P I T U L O X

Sobre la
topología

Algunos terrenos son fáciles, otros
difíciles, algunos neutros, otros
estrechos, accidentados o
abiertos.

Cuando el terreno sea accesible, sé el
primero en establecer tu posición, eligiendo las alturas
soleadas; una posición que sea adecuada para transportar
los suministros; así tendrás ventaja cuando libres
la batalla.

Cuando estés en un terreno difícil
de salir, estás limitado. En este terreno, si tu enemigo
no está preparado, puedes vencer si sigues adelante, pero
si el enemigo está preparado y sigues adelante,
tendrás muchas dificultades para volver de nuevo a
él, lo cual jugará en contra tuya.

Cuando es un terreno desfavorable para ambos bandos, se
dice que es un terreno neutro. En un terreno neutro,
incluso si el adversario te ofrece una ventaja, no te aproveches
de ella: retírate, induciendo a salir a la mitad de las
tropas enemigas, y entonces cae sobre él
aprovechándote de esta condición
favorable.

En un terreno estrecho, si eres el primero en
llegar, debes ocuparlo totalmente y esperar al adversario. Si
él llega antes, no lo persigas si bloquea los
desfiladeros. Persíguelo sólo si no los
bloquea.

En terreno accidentado, si eres el primero en
llegar, debes ocupar sus puntos altos y soleados y esperar al
adversario. Si éste los ha ocupado antes, retírate
y no lo persigas.

En un terreno abierto, la fuerza del
ímpetu se encuentra igualada, y es difícil
provocarle a combatir de manera desventajosa para
él.

Entender estas seis clases de terreno es la
responsabilidad principal del general, y es imprescindible
considerarlos.

Éstas son las configuraciones del terreno; los
generales que las ignoran salen derrotados. Así pues,
entre las tropas están las que huyen, la que se retraen,
las que se derrumban, las

que se rebelan y las que son derrotadas. Ninguna de
estas circunstancias constituyen desastres naturales, sino que
son debidas a los errores de los generales.

Las tropas que tienen el mismo ímpetu, pero que
atacan en proporción de uno contra diez, salen derrotadas.
Los que tienen tropas fuertes pero cuyos oficiales son
débiles, quedan retraídos.

Los que tienen soldados débiles al mando de
oficiales fuertes, se verán en apuros. Cuando los
oficiales superiores están encolerizados y son violentos,
y se enfrentan al enemigo por su cuenta y por despecho, y cuando
los generales ignoran sus capacidades, el ejército se
desmoronará.

Como norma general, para poder vencer al enemigo, todo
el mando militar debe tener una sola intención y todas las
fuerzas militares deben cooperar.

Cuando los generales son débiles y carecen de
autoridad, cuando las órdenes no son claras, cuando
oficiales y soldados no tienen solidez y las formaciones son
anárquicas, se produce revuelta.

Los generales que son derrotados son aquellos que son
incapaces de calibrar a los adversarios, entran en combate con
fuerzas superiores en número o mejor equipadas, y no
seleccionan a sus tropas según los niveles de
preparación de las mismas.

Si empleas soldados sin seleccionar a los preparados de
los no preparados, a los arrojados y a los timoratos, te
estás buscando tu propia derrota.

Estas son las seis maneras de ser derrotado. La
comprensión de estas situaciones es la responsabilidad
suprema de los generales y deben ser consideradas.

La primera es no calibrar el número de
fuerzas; la segunda, la ausencia de un sistema claro de
recompensas y castigos; la tercera, la insuficiencia de
entrenamiento; la cuarta es la pasión irracional;
la quinta es la ineficacia de la ley del orden; y la
sexta es el fallo de no seleccionar a los soldados fuertes
y resueltos.

La configuración del terreno puede ser un apoyo
para el ejército; para los jefes militares, el curso de la
acción adecuada es calibrar al adversario para asegurar la
victoria y calcular los riesgos y las distancias. Salen
vencedores los que libran batallas conociendo estos elementos;
salen derrotados los que luchan ignorándolos.

Por lo tanto, cuando las leyes de la guerra
señalan una victoria segura es claramente apropiado
entablar batalla, incluso si el gobierno ha dada órdenes
de no atacar. Si las leyes de la guerra no indican una victoria
segura, es adecuado no entrar en batalla, aunque el gobierno haya
dada la orden de atacar
. De este modo se avanza sin pretender
la gloria, se ordena la retirada sin evitar la responsabilidad,
con el único propósito de proteger a la
población y en beneficio también del gobierno;
así se rinde un servicio valioso a la
nación.

Avanzar y retirarse en contra de las órdenes del
gobierno no se hace por interés personal, sino para
salvaguardar las vidas de la población y en
auténtico beneficio del gobierno. Servidores de esta talla
son muy útiles para un pueblo.

Mira por tus soldados como miras por un recién
nacido; así estarán dispuestos a seguirte hasta los
valles más profundos; cuida de tus soldados como cuidas de
tus queridos hijos, y morirán gustosamente
contigo.

Pero si eres tan amable con ellos que no los puedes
utilizar, si eres tan indulgente que no les puedes dar
órdenes, tan informal que no puedes disciplinarlos, tus
soldados serán como niños mimados y, por lo tanto,
inservibles.

Las recompensas no deben utilizarse solas, ni debe
confiarse solamente en los castigos. En caso contrario, las
tropas, como niños mimosos, se acostumbran a disfrutar o a
quedar resentidas por todo. Esto es dañino y los vuelve
inservibles.

Si sabes que tus soldados son capaces de atacar, pero
ignoras si el enemigo es invulnerable a un ataque, tienes
sólo la mitad de posibilidades de ganar. Si sabes que tu
enemigo es vulnerable a un ataque, pero ignoras si tus soldados
son capaces de atacar, sólo tienes la mitad de
posibilidades de ganar. Si sabes que el enemigo es vulnerable a
un ataque, y tus soldados pueden llevarlo a cabo, pero ignoras si
la condición del terreno es favorable para la batalla,
tienes la mitad de probabilidades de vencer.

Por lo tanto, los que conocen las artes marciales no
pierden el tiempo cuando efectúan sus movimientos, ni se
agotan cuando atacan. Debido a esto se dice que cuando te conoces
a ti mismo y conoces a los demás, la victoria no es un
peligro; cuando conoces el cielo y la tierra, la victoria es
inagotable.

C A P I T U L O XI

Sobre las nueve
clases de terreno

Conforme a las leyes de las operaciones militares,
existen nueve clases de terreno. Si intereses
locales luchan entre sí en su propio territorio, a
éste se le llama terreno de
dispersión
.

Cuando los soldados están apegados a su casa y
combaten cerca de su hogar, pueden ser dispersados con
facilidad.

Cuando penetras en un territorio ajeno, pero no lo haces
en profundidad, a éste se le llama
territorio ligero.

Esto significa que los soldados pueden regresar
fácilmente.

El territorio que puede resultarte ventajoso si lo
tomas, y ventajoso al enemigo si es él quien lo conquista,
se llama terreno clave.

Un terreno de lucha inevitable es cualquier enclave
defensivo o paso estratégico.

Un territorio igualmente accesible para ti y para los
demás se llama terreno de
comunicación
.

El territorio que está rodeado por tres
territorios rivales y es el primero en proporcionar libre acceso
a él a todo el mundo se llama terreno de
intersección.

El terreno de intersección es aquel en el que
convergen las principales vías de comunicación
uniéndolas entre sí: sé el primero en
ocuparlo, y la gente tendrá que ponerse de tu lado. Si lo
obtienes, te encuentras seguro; si lo pierdes, corres
peligro.

Cuando penetras en profundidad en un territorio ajeno, y
dejas detrás muchas ciudades y pueblos, a este
terreno se le llama difícil.

Es un terreno del que es difícil
regresar.

Cuando atraviesas montañas boscosas, desfiladeros
abruptos u otros accidentes difíciles de atravesar, a esto
se le llama terreno desfavorable.

Cuando el acceso es estrecho y la salida es tortuosa, de
manera que una pequeña unidad enemiga puede atacarte,
aunque tus tropas sean más numerosas, a éste se le
llama terreno cercado.

Si eres capaz de una gran adaptación, puedes
atravesar este territorio.

Si sólo puedes sobrevivir en un territorio
luchando con rapidez, y si es fácil morir si no lo haces,
a éste se le llama terreno mortal.

Las tropas que se encuentran en un terreno mortal
están en la misma situación que si se encontraran
en una barca que se hunde o en una casa ardiendo.

Así pues, no combatas en un terreno de
dispersión, no te detengas en un terreno ligero, no
ataques en un terreno clave (ocupado por el enemigo), no dejes
que tus tropas sean divididas en un terreno de
comunicación. En terrenos de intersección,
establece comunicaciones; en terrenos difíciles, entra
aprovisionado; en terrenos desfavorables, continúa
marchando; en terrenos cercados, haz planes; en terrenos
mortales, lucha.

En un terreno de dispersión, los soldados pueden
huir. Un terreno ligero es cuando los soldados han penetrado en
territorio enemigo, pero todavía no tienen las espaldas
cubiertas: por eso, sus mentes no están realmente
concentradas y no están listos para la batalla. No es
ventajoso atacar al enemigo en un terreno clave; lo que es
ventajoso es llegar el primero a él. No debe permitirse
que quede aislado el terreno de comunicación, para poder
servirse de las rutas de suministros. En terrenos de
intersección, estarás a salvo si estableces
alianzas; si las pierdes, te encontrarás en peligro. En
terrenos difíciles, entrar aprovisionado significa reunir
todo lo necesario para estar allí mucho tiempo. En
terrenos desfavorables, ya que no puedes atrincherarte en ello,
debes apresurarte a salir. En terrenos cercados, introduce
tácticas sorpresivas.

Si las tropas caen en un terreno mortal, todo el mundo
luchará de manera espontánea. Por esto se dice:
"Sitúa a las tropas en un terreno mortal y
sobrevivirán."

Los que eran antes considerados como expertos en el arte
de la guerra eran capaces de hacer que el enemigo perdiera
contacto entre su vanguardia y su retaguardia, la confianza entre
las grandes y las pequeñas unidades, el interés
recíproco par el bienestar de los diferentes rangos, el
apoyo mutuo entre gobernantes y gobernados, el alistamiento de
soldados y la coherencia de sus ejércitos. Estos expertos
entraban en acción cuando les era ventajoso, y se
retenían en caso contrario.

Introducían cambios para confundir al enemigo,
atacándolos aquí y allá,
aterrorizándolos y sembrando en ellos la confusión,
de tal manera que no les daban tiempo para hacer
planes.

Se podría preguntar cómo enfrentarse a
fuerzas enemigas numerosas y bien organizadas que se dirigen
hacia ti. La respuesta es quitarles en primer lugar algo que
aprecien, y después te escucharán.

La rapidez de acción es el factor esencial
de la condición de la fuerza militar,
aprovechándose de los errores de los adversarios,
desplazándose por caminos que no esperan y atacando cuando
no están en guardia.

Esto significa que para aprovecharse de la falta de
preparación, de visión y de cautela de los
adversarios, es necesario actuar con rapidez, y que si dudas,
esos errores no te servirán de nada.

En una invasión, por regla general, cuanto
más se adentran los invasores en el territorio ajeno,
más fuertes se hacen, hasta el punto de que el gobierno
nativo no puede ya expulsarlos.

Escoge campos fértiles, y las tropas
tendrán suficiente para comer. Cuida de su salud y evita
el cansancio, consolida su energía, aumenta su fuerza.
Que los movimientos de tus tropas y la preparación de
tus planes sean insondables
.

Consolida la energía más entusiasta de tus
tropas, ahorra las fuerzas sobrantes, mantén en secreto
tus formaciones y tus planes, permaneciendo insondable para los
enemigos, y espera a que se produzca un punto vulnerable para
avanzar.

Sitúa a tus tropas en un punto que no tenga
salida, de manera que tengan que morir antes de poder escapar.
Porque, ¿ante la posibilidad de la muerte, qué no
estarán dispuestas a hacer? Los guerreros dan entonces lo
mejor de sus fuerzas. Cuando se hallan ante un grave peligro,
pierden el miedo. Cuando no hay ningún sitio a donde ir,
permanecen firmes; cuando están totalmente implicados en
un terreno, se aferran a él. Si no tienen otra
opción, lucharán hasta el final
.

Por esta razón, los soldados están
vigilantes sin tener que ser estimulados, se alistan sin tener
que ser llamados a filas, son amistosos sin necesidad de
promesas, y se puede confiar en ellos sin necesidad de
órdenes.

Esto significa que cuando los combatientes se encuentran
en peligro de muerte, sea cual sea su rango, todos tienen el
mismo objetivo, y, por lo tanto, están alerta sin
necesidad de ser estimulados, tienen buena voluntad de manera
espontánea y sin necesidad de recibir órdenes, y
puede confiarse de manera natural en ellos sin promesas ni
necesidad de jerarquía.

Prohibe los augurios para evitar las dudas, y los
soldados nunca te abandonarán. Si tus soldados no tienen
riquezas, no es porque las desdeñen. Si no tienen
más longevidad, no es porque no quieran vivir más
tiempo. El día en que se da la orden de marcha, los
soldados lloran.

Así pues, una operación militar preparada
con pericia debe ser como una serpiente veloz que contraataca con
su cola cuando alguien le ataca por la cabeza, contraataca con la
cabeza cuando alguien le ataca por la cola y contraataca con
cabeza y cola, cuando alguien le ataca por el medio.

Esta imagen representa el método de una
línea de batalla que responde velozmente cuando es
atacada. Un manual de ocho formaciones clásicas de batalla
dice: "Haz del frente la retaguardia, haz de la retaguardia el
frente, con cuatro cabezas y ocho colas. Haz que la cabeza
esté en todas partes, y cuando el enemigo arremeta por el
centro, cabeza y cola acudirán al rescate."

Puede preguntarse la cuestión de si es posible
hacer que una fuerza militar sea como una serpiente
rápida. La respuesta es afirmativa. Incluso las personas
que se tienen antipatía, encontrándose en el mismo
barco, se ayudarán entre sí en caso de peligro de
zozobrar.

Es la fuerza de la situación la que hace que esto
suceda.

Por esto, no basta con depositar la confianza en
caballos atados y ruedas fijadas.

Se atan los caballos para formar una línea de
combate estable, y se fijan las ruedas para hacer que los carros
no se puedan mover. Pero aun así, esto no es
suficientemente seguro ni se puede confiar en ello. Es necesario
permitir que haya variantes a los cambios que se hacen, poniendo
a los soldados en situaciones mortales, de manera que combatan de
forma espontánea y se ayuden unos a otros codo con codo:
éste es el camino de la seguridad y de la obtención
de una victoria cierta.

La mejor organización es hacer que se exprese el
valor y mantenerlo constante. Tener éxito tanto con tropas
débiles como con tropas aguerridas se basa en la
configuración de las circunstancias.

Si obtienes la ventaja del terreno, puedes vencer a los
adversarios, incluso con tropas ligeras y débiles;
¿cuánto más te sería posible si
tienes tropas poderosas y aguerridas? Lo que hace posible la
victoria a ambas clases de tropas es las circunstancias del
terreno.

Por lo tanto, los expertos en operaciones militares
logran la cooperación de la tropa, de tal manera que
dirigir un grupo es como dirigir a un solo individuo que no tiene
más que una sola opción.

Corresponde al general ser tranquilo, reservado,
justo y metódico
.

Sus planes son tranquilos y absolutamente secretos para
que nadie pueda descubrirlos. Su mando es justo y
metódico, así que nadie se atreve a tomarlo a la
ligera.

Puede mantener a sus soldados sin información y
en completa ignorancia de sus planes. Cambia sus acciones y
revisa sus planes, de manera que nadie pueda
reconocerlos.

Cambia de lugar su emplazamiento y se desplaza por
caminos sinuosos, de manera que

nadie pueda anticiparse.

Puedes ganar cuando nadie puede entender en
ningún momento cuáles son tus
intenciones.

Dice un Gran Hombre: "El principal engaño que se
valora en las operaciones militares no se dirige sólo a
los enemigos, sino que empieza por las propias tropas, para hacer
que le sigan a uno sin saber adónde van." Cuando un
general fija una meta a sus tropas, es como el que sube a un
lugar elevado y después retira la escalera. Cuando un
general se adentra muy en el interior del territorio enemigo,
está poniendo a prueba todo su potencial.

Ha hecho quemar las naves a sus tropas y destruir
sus casas; así las conduce como un rebaño y todos
ignoran hacia dónde se encaminan.

Incumbe a los generales reunir a los ejércitos y
ponerlos en situaciones peligrosas. También han de
examinar las adaptaciones a los diferentes terrenos, las ventajas
de concentrarse o dispersarse, y las pautas de los sentimientos y
situaciones humanas.

Cuando se habla de ventajas y de desventajas de la
concentración y de la dispersión, quiere decir que
las pautas de los comportamientos humanos cambian según
los diferentes tipos de terreno.

En general, la pauta general de los invasores es unirse
cuando están en el corazón del territorio enemigo,
pero tienden a dispersarse cuando están en las franjas
fronterizas. Cuando dejas tu territorio y atraviesas la frontera
en una operación militar, te hallas en un terreno
aislado.

Cuando es accesible desde todos los puntos, es un
terreno de comunicación.

Cuando te adentras en profundidad, estás en un
terreno difícil. Cuando penetras poco, estás en un
terreno ligero.

Cuando a tus espaldas se hallen espesuras infranqueables
y delante pasajes estrechos, estás en un terreno
cercado.

Cuando no haya ningún sitio a donde ir, se trata
de un terreno mortal.

Así pues, en un terreno de dispersión, yo
unificaría las mentes de los soldados. En un terreno
ligero, las mantendría en contacto. En un terreno clave,
les haría apresurarse para tomarlo. En un terreno de
intersección, prestaría atención a la
defensa. En un terreno de comunicación,
establecería sólidas alianzas. En un terreno
difícil, aseguraría suministros continuados. En un
terreno desfavorable, urgiría a mis tropas a salir
rápidamente de él. En un terreno cercado,
cerraría las entradas. En un terreno mortal,
indicaría a mis tropas que no existe ninguna posibilidad
de sobrevivir.

Por esto, la psicología de los soldados
consiste en resistir cuando se ven rodeados, luchar cuando no se
puede evitar, y obedecer en casos extremos.

Hasta que los soldados no se ven rodeados, no tienen la
determinación de resistir al enemigo hasta alcanzar la
victoria. Cuando están desesperados, presentan una defensa
unificada.

Por ello, los que ignoran los planes enemigos no pueden
preparar alianzas.

Los que ignoran las circunstancias del terreno no pueden
hacer maniobrar a sus fuerzas. Los que no utilizan guías
locales no pueden aprovecharse del terreno. Los militares de un
gobierno eficaz deben conocer todos estos factores.

Cuando el ejército de un gobierno eficaz ataca a
un gran territorio, el pueblo no se puede unir. Cuando su poder
sobrepasa a los adversarios, es imposible hacer
alianzas.

Si puedes averiguar los planes de tus adversarios,
aprovéchate del terreno y haz maniobrar al enemigo de
manera que se encuentre indefenso; en este caso, ni siquiera un
gran territorio puede reunir suficientes tropas para
detenerte.

Por lo tanto, si no luchas por obtener alianzas, ni
aumentas el poder de ningún país, pero extiendes tu
influencia personal amenazando a los adversarios, todo ello hace
que el país y las ciudades enemigas sean
vulnerables.

Otorga recompensas que no estén reguladas y da
órdenes desacostumbradas.

Considera la ventaja de otorgar recompensas que no
tengan precedentes, observa cómo el enemigo hace promesas
sin tener en cuenta los códigos establecidos.

Maneja las tropas como si fueran una sola persona.
Empléalas en tareas reales, pero no les hables.
Motívalas con recompensas, pero no les comentes los
perjuicios posibles.

Emplea a tus soldados sólo en combatir, sin
comunicarles tu estrategia. Déjales conocer los beneficios
que les esperan, pero no les hables de los daños
potenciales. Si la verdad se filtra, tu estrategia puede
hundirse. Si los soldados empiezan a preocuparse, se
volverán vacilantes y temerosos.

Colócalos en una situación de posible
exterminio, y entonces lucharán para vivir. Ponles en
peligro de muerte, y entonces sobrevivirán. Cuando las
tropas afrontan peligros, son capaces de luchar para obtener la
victoria.

Así pues, la tarea de una operación
militar es fingir acomodarse a las intenciones del enemigo. Si te
concentras totalmente en éste, puedes matar a su general
aunque estés a kilómetros de distancia. A esto se
llama cumplir el objetivo con pericia.

Al principio te acomodas a sus intenciones,
después matas a sus generales: ésta es la pericia
en el cumplimiento del objetivo.

Así, el día en que se declara la guerra,
se cierran las fronteras, se rompen los salvoconductos y se
impide el paso de emisarios.

Los asuntos se deciden rigurosamente desde que se
comienza a planificar y establecer la estrategia desde la casa o
cuartel general.

El rigor en los cuarteles generales en la fase de
planificación se refiere al mantenimiento del
secreto.

Cuando el enemigo ofrece oportunidades,
aprovéchalas inmediatamente.

Entérate primero de lo que pretende, y
después anticípate a él. Mantén la
disciplina y adáptate al enemigo, para determinar el
resultado de la guerra. Así, al principio eres como
una doncella y el enemigo abre sus puertas; entonces,
tú eres como una liebre suelta, y el enemigo no
podrá expulsarte.

C A P I T U L O XII

Sobre el arte de
atacar por el fuego

Existen cinco clases de ataques mediante el
fuego: quemar a las personas, quemar los
suministros, quemar el equipo, quemar los
almacenes y quemar las armas.

El uso del fuego tiene que tener una base,
y exige ciertos medios. Existen momentos adecuados para encender
fuegos, concretamente cuando el tiempo es seco y
ventoso.

Normalmente, en ataques mediante el fuego es
imprescindible seguir los cambios producidos por éste.
Cuando el fuego está dentro del campamento enemigo,
prepárate rápidamente desde fuera. Si los soldados
se mantienen en calma cuando el fuego se ha declarado, espera y
no ataques. Cuando el fuego alcance su punto álgido,
síguelo, si puedes; si no, espera.

En general, el fuego se utiliza para
sembrar la confusión en el enemigo y así poder
atacarle.

Cuando el fuego puede ser prendido en campo abierto, no
esperes a hacerlo en su interior; hazlo cuando sea
oportuno.

Cuando el fuego sea atizado par el viento, no ataques en
dirección contraria a éste.

No es eficaz luchar contra el ímpetu
del fuego, porque el enemigo luchará en este caso hasta la
muerte.

Si ha soplado el viento durante el día, a la
noche amainará.

Un viento diurno cesará al anochecer; un viento
nocturno cesará al amanecer.

Los ejércitos han de saber que
existen variantes de las cinco clases de ataques mediante el
fuego, y adaptarse a éstas de manera racional.

No basta saber cómo atacar a los
demás con el fuego, es necesario saber cómo
impedir que los demás te ataquen a ti.

Así pues, la utilización del fuego para
apoyar un ataque significa claridad, y la utilización del
agua para apoyar un ataque significa fuerza. El agua puede
incomunicar, pero no puede arrasar.

El agua puede utilizarse para dividir a un
ejército enemigo, de manera que su fuerza se desuna y la
tuya se fortalezca.

Ganar combatiendo o llevar a cabo un asedio victorioso
sin recompensar a los que han hecho méritos trae mala
fortuna y se hace merecedor de ser llamado avaro. Por eso se dice
que un gobierno esclarecido lo tiene en cuenta y que un buen
mando militar recompensa el mérito. No moviliza a sus
tropas cuando no hay ventajas que obtener, ni actúa cuando
no hay nada que ganar, ni luchan cuando no existe
peligro.

Las armas son instrumentos de mal augurio, y la guerra
es un asunto peligroso. Es indispensable impedir una derrota
desastrosa, y por lo tanto, no vale la pena movilizar un
ejército por razones insignificantes: Las armas
sólo deben utilizarse cuando no existe otro
remedio.

Un gobierno no debe movilizar un ejército por
ira, y los jefes militares no deben provocar la guerra por
cólera.

Actúa cuando sea beneficioso; en caso contrario,
desiste. La ira puede convertirse en alegría, y la
cólera puede convertirse en placer, pero un pueblo
destruido no puede hacérsele renacer, y la muerte no puede
convertirse en vida. En consecuencia, un gobierno esclarecido
presta atención a todo esto, y un buen mando militar lo
tiene en cuenta. Ésta es la manera de mantener a la
nación a salvo y de conservar intacto a su
ejército.

C A P I T U L O XIII

Sobre la
concordia y la discordia

Una Operación militar significa un gran esfuerzo
para el pueblo, y la guerra puede durar muchos años para
obtener una victoria de un día. Así pues, fallar en
conocer la situación de los adversarios por economizar en
aprobar gastos para investigar y estudiar a la oposición
es extremadamente inhumano, y no es típico de un buen jefe
militar, de un consejero de gobierno, ni de un gobernante
victorioso. Por lo tanto, lo que posibilita a un gobierno
inteligente y a un mando militar sabio vencer a los demás
y lograr triunfos extraordinarios con esa información
esencial.

La información previa no puede obtenerse
de fantasmas ni espíritus, ni se puede tener por
analogía, ni descubrir mediante cálculos. Debe
obtenerse de personas
; personas que conozcan la
situación del adversario.

Existen cinco clases de espías: el
espía nativo, el espía interno, el doble agente, el
espía liquidable, y el espía flotante. Cuando
están activos todos ellos, nadie conoce sus rutas: a esto
se le llama genio organizativo, y se aplica al
gobernante.

Los espías nativos se contratan entre los
habitantes de una localidad. Los espías internos se
contratan entre los funcionarios enemigos. Los agentes
dobles
se contratan entre los espías enemigos. Los
espías liquidables transmiten falsos datos a los
espías enemigos. Los espías flotantes
vuelven para traer sus informes.

Entre los funcionarios del régimen enemigo, se
hallan aquéllos con los que se puede establecer contacto y
a los que se puede sobornar para averiguar la
situación de su país y descubrir cualquier plan que
se trame contra ti, también pueden ser utilizados para
crear desavenencias y desarmonía.

En consecuencia, nadie en las fuerzas armadas es tratado
con tanta familiaridad como los espías, ni a nadie se le
otorgan recompensas tan grandes como a ellos, ni hay asunto
más secreto que el espionaje.

Si no se trata bien a los espías, pueden
convertirse en renegados y trabajar para el enemigo.

No se pueden utilizar a los espías sin sagacidad
y conocimiento; no puede uno servirse de espías sin
humanidad y justicia, no se puede obtener la verdad de los
espías sin sutileza. Ciertamente, es un asunto muy
delicado. Los espías son útiles en todas
partes.

Cada asunto requiere un conocimiento previo.

Si algún asunto de espionaje es divulgado antes
de que el espía haya informado, éste y el que lo
haya divulgado deben eliminarse.

Siempre que quieras atacar a un ejército, asediar
una ciudad o atacar a una persona, has de conocer previamente la
identidad de los generales que la defienden, de sus aliados, sus
visitantes, sus centinelas y de sus criados; así pues, haz
que tus espías averigüen todo sobre ellos.

Siempre que vayas a atacar y a combatir, debes conocer
primero los talentos de los servidores del enemigo, y así
puedes enfrentarte a ellos según sus
capacidades.

Debes buscar a agentes enemigos que hayan venido a
espiarte, sobornarlos e inducirlos a pasarse a tu lado, para
poder utilizarlos como agentes dobles. Con la información
obtenida de esta manera, puedes encontrar espías nativos y
espías internos para contratarlos. Con la
información obtenida de éstos, puedes fabricar
información falsa sirviéndote de
espías liquidables. Con la información así
obtenida, puedes hacer que los espías flotantes
actúen según los planes previstos.

Es esencial para un gobernante conocer las cinco clases
de espionaje, y este conocimiento depende de los agentes dobles;
así pues, éstos deben ser bien tratados.

Así, sólo un gobernante brillante o un
general sabio que pueda utilizar a los más inteligentes
para el espionaje, puede estar seguro de la victoria. El
espionaje es esencial para las operaciones militares
, y los
ejércitos dependen de él para llevar a cabo sus
acciones.

No será ventajoso para el ejército
actuar sin conocer la situación del enemigo
, y conocer
la situación del enemigo no es posible sin el
espionaje.

FIN

 

 

Autor:

Casquito

Partes: 1, 2
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